martes, 12 de mayo de 2015

Fines y justificación de la historia



Tampoco deben confundirse los supuestos fines teleológicos del hombre en la historia con los fines de la historia es decir, la justificación de la propia historia como memoria de la humanidad. Si la historia es una ciencia social y humana, no puede abstraerse del porqué se encarga de estudiar los procesos sociales: explicar los hechos y eventos del pasado, sea por el conocimiento mismo, sea por que nos ayudan a comprender el presente: Cicerón bautizó a la historia como maestra de la vida,21 y como él Cervantes, que también la llamó madre de la verdad.22 Benedetto Croce remarcó la fuerte implicación del pasado en el presente con su toda historia es historia contemporáea. La historia, al estudiar los hechos y procesos del pasado humano, es un útil para la comprensión del presente y plantear posibilidades para el futuro.23 Salustio llegó a decir que entre las distintas ocupaciones que se ejercitan con el ingenio, el recuerdo de los hechos del pasado ocupa un lugar destacado por su gran utilidad.24 Un tópico muy difundido (atribuido a Jorge Santayana) advierte que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla,25 aunque otro tópico (atribuido a Carlos Marx) indique a su vez que cuando se repite lo hace una vez como tragedia y la segunda como farsa.

 

La radical importancia de ello se basa en que la historia, como la medicina, es una de las ciencias en que el sujeto investigador coincide con el objeto a estudiar. De ahí la gran responsabilidad del historiador: la historia tiene una proyección al futuro por su potencia transformadora como herramienta de cambio social; y a los profesionales que la manejan, los historiadores, les es aplicable lo que Marx dijo de los filósofos (hasta ahora se han encargado de interpretar el mundo y de lo que se trata es de transformarlo).27 No obstante, desde otra perspectiva se pretende una investigación desinteresada para la objetividad en la ciencia histórica.28 Aunque llegar a conocer los hechos tal como fueron, como pretendía Leopold Ranke, es imposible, sí es un imperativo de la investigación histórica acercarse al máximo a ese objetivo, y además hacerlo con una perspectiva tal que sitúe los hechos en su contexto, de modo que al conocimiento factual se añada el entendimiento de lo que realmente pasó; y aunque sea inevitable que sesgos de todo tipo alteren la forma en que tal entendimiento se produce, al menos ser conscientes de cuáles pueden ser y en qué grado actúan.29


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